sábado, 13 de mayo de 2023

Safo de Mitilene

La decima musa.

Safo, una mujer poeta del año 650 a.C. aproximadamente se vio obligada a tomar el exilio a Sicilia aunque muchos apuntan a que realmente no se fue sino que simplemente lo fingió estando escondida en la capital donde siempre había residido, en Mitilene. La cosa es que cuando regreso del supuesto "Exilio" formo junto a un grupo de mujeres lo que se hizo llamar "La casa de las servidoras de las musas" al cual acudían para aprender poesía, perfeccionar sus técnicas o incluso círculos religiosos para adorar a la diosa Afrodita que todos conocemos por ser la diosa del amor y la belleza, de hecho tenemos un poema de la autora dirigido única y directamente a Afrodita.

Inmortal Afrodita, la de polícromo trono, / hija de Zeus, urdidora de engaños, te lo ruego, / no me oprimas con penas ni con fatigas, / Señora, el ánimo. (…) “¿Quién es, oh Safo, la que te agravia?/ Que si te huye, no tardará en seguirte; (…) si no te ama, no tardará en amarte / mal que le pese”.

Aunque además de sentir amor por la diosa, también le dedico varios poemas a sus compañeras que formaban parte de la asamblea, cabe decir que la poeta hace de icono del lesbianismo lo que hoy en día decimos que es una mujer homosexual, dirigía sus apasionados poemas mostrando su deseo tanto por sus alumnas como por hombres.


Cuando te miro frente a mí sentada / (…) a la rubia Helena / no sería impropio compararte.
 

Hace ya mucho, Atis, que anduve enamorada de ti. 

Por ultimo, Safo acaba con su vida arrojándose por un mar debido a la tristeza por un amor no correspondido, el dios Faon. Aunque antes de fallecer deja un delicado poema a sus alumnas en el cual se despide de ellas y se describe de una manera en la que nos damos cuenta que ya es bastante mayor.

Velad vosotras por los bellos dones de las Musas ceñidas de violetas, muchachas, y por la dulce lira de los cantos, pero mi piel, en otro tiempo suave, de la vejez ya es presa, y tengo blancos mis cabellos que fueron negros, y torpes se han vuelto mis fuerzas, y las piernas no me sostienen, antaño ágiles cual cervatillos para la danza. He aquí mis asiduos lamentos, pero ¿qué podría hacer yo? A un ser humano no le es dado durar por siempre. A Títono, una vez, cuentan que Aurora de rosados brazos por obra de amor lo condujo a los confines de la Tierra, joven y hermoso como era, mas lo encontró igualmente al cabo la canosa vejez, a él, que tenía esposa inmortal. Pero yo amo la ternura;… mi suerte es esto y la brillante ansia de sol y la belleza.

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